Desde sus inicios mostró ser un pueblo de avances, ya que fue de los primeros en crear su sistema de escritura. A ellos debemos inventos de gran trascendencia como el papel, la brujula, la seda, la pólvora, esta última usada en su contra por los mongoles, mismos que logran derrotarlos.
Son creadores de la última estructura artificial que puede ser vista desde el espacio. Actualmente su extensión territorial es de 9 millones 326 mil 410 kilómetros cuadrados y con una población aproximada de 1350 millones de personas.
Por otro lado, sus productos son sinónimo de mala calidad en gran parte del mundo, sin embargo es una de las economías emergentes de mayor crecimiento y paralelamente la calidad de sus productos va en aumento. Esto último tal vez es debido a que los chinos toman las copias para vertir en ellas su sabiduría y pensamiento perfeccionista.
Tras su espalda lleva miles de años de historia. Imperios y dinastías florecieron gracias a la globalización temprana de un planeta bárbaro y colonial. Poderosos navíos surcaron los siete mares para traer consigo riquezas de las tierras lejanas, y victorias en campos de batalla.
Xiaoran Kim sólo vio esas historias en textos. Cuando llegó al mundo su tierra ya no era el creciente imperio que plasmó Paul Kennedy en El Auge y Descenso de las Grandes Potencias. El paradigma murió al paso de los años y dio como fruto al retoño que fue la semilla de transiciones estructurales idealistas.
Su cuna nunca distó ni ideológica ni físicamente de la de Zun Tsu o la de Mao. Su realidad permaneció intacta, a diferencia de sus aspiraciones. A la aldea llegaron tres reyes de tierras lejanas con oro e ideas extrañas. Automóviles lujosos y carteras llenas de billetes. Grandes construcciones y empresarios edificaron un nuevo imperio de miseria y muerte.
Kim creció entre comunidades bulliciosas sin rostro, llenas de inconformidad ante un agonizante régimen socialista totalitario. Y rápidamente se vio inmerso en el nuevo imperio Chino.
Sus ideas cambiaron con el tiempo y dejó de lado el gragarismo comunitario que imperaba en la vieja China. Ahora buscaba riqueza y su sentimiento aspiracional lo obligaba a ver las matanzas del régimen, como la de la Plaza del Tiananmen, como meron datos históricos.
El arroz fue su platillo diario desde siempre; a veces comía carne otras panes cocidos al vapor, pero la precariedad era el pan de cada día en la mesa de Xiaoran. Es por eso que quiso crecer en un mundo que prometía bienestar a quienes tuvieran capacidades, más que necesidades socialistas.
Ahora pelea por un mejor techo y aumento salarial. A sus 10 años conoce el hambre, la miseria, la nueva esclavitud, la injusticia y las promesas rotas. Busca despertar en una suave cama con sábanas blancas de seda.
Lucha con la palabra, lucha con el corazón, lucha con el puño cerrado, lucha con la fuerza.